Me costó reconocer que estaba pasando por un tiempo de depresión hasta que mi esposa me ayudó a reconocerlo. Había sufrido un colapso emocional por una crisis que me dejó metido en un agujero de dolor y de oscuridad, y no podía salir de ahí. Fue cuando pedí ayuda y uno de mis mentores me tuvo mucha paciencia y amor para que pudiera salir adelante.
Un pastor a quien quiero mucho, con años de experiencia en ministrar a otros pastores, con una agudeza única para describir nuestra realidad ministerial, escribió que somos como el queso gruyere. Por fuera parecemos muy enteros pero por dentro todos tenemos agujeros. Y detrás de cada agujero hay un aguijón que agujereó nuestro interior. Nos hirieron, nos abandonaron, nos rechazaron, tuvimos algún defecto físico, un padre ausente, una necesidad material, un abuso…todos agujeros.
Cuando no los reconocemos -dice Carlos Mraida- sino que los negamos, esos agujeros tarde o temprano se hacen evidentes, se manifiestan en conflictos interpersonales o en enfermedades. Por eso hay tantos pastores con conflictos, enfermos, necesitados y con crisis familiares. Nuestros agujeros interiores construyen nuestro exterior.
Tenemos que ser consciente de que cada vez que queramos esconder el agujerito, este se va a manifestar exteriormente. Como el apóstol Pablo reconoce: “Yo tengo clavado un aguijón, que me dejó varios agujeros”. Dejemos de negar nuestro temor a no dar la medida, a equivocarnos. Al negarlo, el agujero se hace más grande, y nuestro aguijón perfeccionista se lo clamos a los que más amamos. Nuestros esposos, nuestros hijos y a nuestros colaboradores.
Es tiempo de dejar de negar la frustración sin resolver que hay dentro de nosotros. Al hacerlo vivimos agrediendo, desvalorizando a los demás, criticando a los otros pastores, y clavamos el mismo aguijón a otros. No sigamos negando nuestro problema de autoestima, de falta de valoración, porque al hacerlo, ese agujero sigue intacto y se agranda. Y vamos a vivir comparándonos con los demás, compitiendo con otros, y sin darnos cuenta, tratando de utilizar el ministerio para recibir la aprobación de los demás y, entonces, sentirnos importante. Y llega el momento en que ni siquiera podemos disfrutar de lo que hacemos y logramos.
Los pastores somos “cinturones negros” en negación, dice Carlos. Porque alguien nos dijo que debíamos mostrarnos perfectos, fuertes. Una suerte de super héroes. Tapamos nuestros recuerdos sin sanar, les ponemos “tiritas” a nuestras heridas, tratamos que no sangren demasiado y seguimos adelante.
En lugar de negar, es necesario aceptar la realidad de tu aguijón y de tu agujero. “Bienaventurados los que lloran. Porque ellos recibirán consolación”, dijo Jesús. Sólo cuando aceptamos nuestro dolor, es que podemos recibir consolación, sanidad. Pablo reconoció su agujero. Lo llamó debilidad ¿Y cuál fue el resultado? Recibió la gracia y el poder sanador de Dios. No es nuestro poder. Es nuestra debilidad, que se perfecciona en el poder de Dios. Si queremos ser fuertes, tenemos que empezar a reconocer nuestro agujero. Así lo afirma Pablo: “Porque cuando soy débil, entonces soy fuerte”.
¿Qué hacer con los agujeros? Primero reconocerlos, aceptarlos y no tratar de taparlos porque “mientras callé, envejecieron mis huesos”. A veces creemos que si un conflicto no se ve, no existe. Es la ingenuidad que le hace pensar a un chico que cuando cierra los ojos se hace invisible. Así que hay muchos pastores que creemos lo mismo. Segundo, llevar a Cristo nuestro dolor, nuestro complejo, nuestro trauma, culpas, o falta de aceptación. Para todas nuestras carencias hay un Padre que nos dice que, si lo dejamos ser nuestro pastor, nada nos faltará.
¿Cómo se llenan nuestros agujeros? Cristo descendió a los agujeros más profundos de la existencia humana y dice la Biblia que luego “subió por encima de todos los cielos para llenarlo todo”. Subió para llenarlo todo, incluso las enfermedades físicas y del alma. Sólo el Señor puede llenar tus agujeros.
Dios “sacia el alma menesterosa, y llena de bien el alma hambrienta”. Él quiere llenar tus agujeros de bien. Empezará un proceso en el que paso a paso irá llenando tus agujeros de bien. Cuantos buenos siervos de Dios por no abrirse a un colega para que ore por su vida, se pierden el maravilloso recurso dado por Dios, y no terminan de ser sanos.
Si lo necesitas, busca ayuda y deja que oren por ti. Jesús se hizo agujeros, se dejó agujerear, clavar en la cruz, se hizo llaga, para que nosotros fuésemos sanados, de nuestros agujeros interiores y también de nuestras enfermedades.
Recuerda que sólo podemos llevar un ministerio sano si hemos podido sanar nuestras heridas. No insistas en seguir adelante si no buscas la sanidad que Dios tiene preparada para ti.
Pr. Roberto Vilaseca