Cuando planté mi primera iglesia me hice esta pregunta muy seriamente. Dios me dio una visión personal de la comunidad que iba a levantar, pero esta tenía que fundamentarse en una más amplia. Una verdadera visión de reino. ¿Cómo son las iglesias que tienen una visión de reino? Leí mucho, consulté con especialistas, y la conclusión que llegué es la siguiente:
Las iglesias con visión de reino se reconocen relevantes y determinantes para producir una transformación en su contexto. Si algo debe cambiar entre las iglesias latinoamericanas es su propia valoración. Su mirada de sí misma, despojándose de todo complejo de inferioridad, dejando de considerar que el crecimiento numérico determina su grado de influencia y admitir que está llamada a establecer el reino de Dios en su contexto. Atreverse a ser luz y sal al considerar el llamamiento misionero de cada uno de sus miembros para afectar su lugar de influencia. Dándose a conocer a la comunidad como una iglesia que se ofrece para servir, para mostrar una propuesta de vida de acuerdo con los valores del reino y predicando un evangelio de reino, donde Cristo sea el centro.
Una iglesia con visión de reino deja de actuar desde la periferia para ubicarse en el centro de las decisiones y liderar los cambios que la sociedad necesita. Como expresa Van Engen, la iglesia, la misión y el reino están íntimamente entretejidos en la misión de Dios por medio del pueblo de Dios en el mundo que Dios ama.
Las iglesias con una visión de reino deben enfocar la misión fuera de sus templos. Ellas reconocen que son el principal instrumento del reino. Esto requiere un cambio de visión, entender que cada líder está llamado a liderar la ciudad y no sólo el rebaño de su iglesia.
Cuando entendemos que el reino de Dios tiene que ser establecido sobre una comunidad, más allá de las paredes de un templo, entonces la tarea es influenciar y afectar todos los ámbitos de esa comunidad sembrando valores de reino y proponiéndose para liderar cualquier iniciativa que implique producir cambios de estructuras injustas y abusivas contrarias a la dignidad del hombre. Tener visión de reino implica asumir un gobierno espiritual, sobre las potestades de maldad que oprimieron una comunidad, reclamando ese territorio para el Rey de reyes.
Las iglesias con visión de reino tienden a trabajar en unidad con otras iglesias. Dejan de considerarse autosuficientes y buscan vincularse con sus pares, entendiendo que cada iglesia local hace un aporte, pero es en el trabajo unido, de cuerpo, que pueden manifestar el reino en una ciudad. Cuando hay visión de reino, hay generosidad, liberalidad y disposición para compartir con otros, aun cuando ellos tengan distintos énfasis.
El reino es entendido como algo superador y más profundo que los límites de una propia congregación y a la hora de misionar para extender el reino, entienden que la tarea se hace en unidad y cooperación.
Las iglesias con visión de reino son una comunidad espiritual. Ellas entienden que no pueden subordinar el esfuerzo humano al obrar de Dios. Saben que el reino no se extenderá sólo con programas educativos, ni con el aumento de las instituciones teológicas, ni por medio del ministerio de grandes predicadores o comunicadores sociales. El reino de Dios se establecerá en nuestros pueblos cuando la iglesia se abra receptiva al obrar soberano de Dios.
Las iglesias con visión de reino pueden sumarse a trabajar en defensa de aquellos valores con cualquiera que los sostenga más allá de los de su misma fe evangélica.
Cada vez que un valor de reino es amenazado o a la hora de reclamar por un derecho legítimo, las iglesias pueden liderar ese reclamo o sumarse a quienes están luchando en defensa de ese valor sin temor a perder su identidad porque entienden que el reino de Dios está por encima de su rol de iglesia. Y porque esa iglesia actúa como lo hizo Cristo, buscando llevar libertad a los cautivos, dar vista a los ciegos y anunciar la buena noticia del evangelio. Como dijo Bonhoeffer, la iglesia debe compartir los problemas seculares de la vida humana ordinaria, no para dominar, sino para ayudar y servir.
Las iglesias con visión de reino buscan encontrar su ADN espiritual y su llamado particular. Entienden que nacieron con un propósito, que tienen una tarea que hacer en un determinado lugar, por lo tanto, no corren a copiar modelos de éxito foráneos, sino a usar los principios del reino reconociendo sus fortalezas, estableciendo una visión y buscando una estrategia, pero sabiendo que la cultura del reino deben ser sus valores distintivos. De la misma manera, podemos decir de su liderazgo. A diferencia de la tendencia al caudillismo y el personalismo mesiánico, su liderazgo entiende que en el reino, todos tienen dones, todos tienen ministerios y cada uno enriquece al otro para la edificación del reino.
Las iglesias con visión de reino buscan que sus esfuerzos misioneros comprendan la cultura del campo al que envían sus obreros. Quienes tienen visión de reino son sensibles a la cultura y buscan contextualizar la tarea misionera. Por eso, a la hora de enviar obreros, su énfasis está puesto en insertar al misionero dentro de la comunidad para servir y predicar un evangelio que pueda ser accesible, respetando la cultura local, de la misma manera que Cristo lo hizo durante su ministerio, buscando que la cultura del reino sea superadora de todas las demás, a partir de los valores que son eternos.
Las iglesias con visión de reino buscan formar líderes que influencien en todos los ámbitos. A diferencia de quienes vivían divorciados con la sociedad, ahora buscan insertar líderes capacitados y aprobados para influenciar en cada ámbito de la sociedad. Ya no consideran que deben apartarse de la política, buscan formar líderes que se involucren para redimirla. Ya no miran el arte como algo ajeno a ella, sino que buscan influenciar esa área a través de misioneros capacitados para hacerlo.
Miran a la creación como un desafío para cuidarla y preservarla como parte de ese reino que debe establecerse en cada aspecto de la vida. Esta visión de reino las lleva a comprometerse en trabajar para establecer el reino en cada ámbito de la sociedad. Y para eso, no solamente se comprometen con formar obreros que sirvan en el ministerio de la iglesia, sino también hombres y mujeres de reino que influencien en la sociedad, con una conciencia misionera.
Nuestras iglesias deben ser paradigmas del reino de Dios el cual proclaman. Deben mostrarse como comunidades alternativas para nuestra sociedad. Deben ser ejemplos vivos, comunidades encarnadas, de modo que cada iglesia local deberá decidirse a priorizar a las personas, identificarse con ellas, ser capaces de responder a sus necesidades concretas y presentar el evangelio en el lenguaje y en las formas culturales de nuestro continente.
Pongo en palabras de uno de mis mentores, el Dr. Norberto Saracco, esta reflexión: «La iglesia de América Latina necesita poner en el centro de su agenda la extensión del reino de Dios. El crecimiento de la iglesia, que todos deseamos y por lo que oramos, debería ser la consecuencia de la extensión del reino de Dios y no del resultado de técnicas efectivas pero vacías de la gracia y el poder de Dios”.
Necesitamos una revalorización de los ministerios acorde a su compromiso con la extensión del reino. A partir de este hecho el ministerio verdaderamente exitoso será el de aquellos que al final de cada día y de su carrera puedan decir con Jesús: “Padre, yo te he glorificado en la tierra, y he llevado a cabo la obra que me encomendaste”. A veces esto significará ministrar a multitudes, y otras hacerlo casi en soledad.
Otras veces veremos la conversión de miles, y en otras, al igual que le pasó a Jesús, deberemos alejarnos del pueblo sin que haya ocurrido un solo milagro. Sobre la base de un ministerio dedicado a la extensión del reino de Dios y dependiente de la gracia y unción del Espíritu, entran a valer otras consideraciones, tales como las habilidades naturales y destrezas adquiridas. Estas últimas jamás deben ser confundidas con las primeras. Así podremos valorar en su justa medida tanto el ministerio de aquél que pastorea a un puñado de personas como del que lo hace con miles».
Creo que todos tenemos que volver a arrepentirnos y volver a darle a Jesús toda la autoridad sobre nuestras vidas. Entonces tendremos la autoridad para predicar este evangelio.
La iglesia cumple con el objetivo de su misión cuando las personas confiesan con su boca y creen en su corazón que Jesucristo es el Señor. Hoy nuestras naciones necesitan confesar con su boca y creer en su corazón que Jesucristo es el Señor y, para eso, su iglesia debe predicar el evangelio del reino. Hagamos de la agenda de Jesús la agenda de la iglesia de estos días y veremos nuestros países transformados.
Pr. Roberto Vilaseca
Iglesia Nexo
Argentina